Abel Zanarello: Del norte de Italia a la Patagonia buscando un futuro
Por Edda Zanarello
Italiano de origen, nació en Villa del Conte – Padova, Italia – el 2 de Marzo de 1.907, hijo de Stéfano Zanarello y Cristina Vibio. Las difíciles condiciones en que quedaron los países europeos luego de la guerra de 1.914 ( y donde Stefano Zanarello muere a causa de sus heridas ) hacen que los jóvenes italianos escuchen las historias de «La América» y sus posibilidades mezcla de realidad y ficción.
En 1.927 tramita la pertinente documentación despidiéndose de su patria natal para siempre – sin saberlo en ese momento – y llega a Buenos Aires alojando en el Hotel de los Inmigrantes, conjuntamente con sus compañeros de barco. Luego de cumplida «la cuarentena» salen con un amigo de su pueblo a la búsqueda del ansiado “lavoro”, lo que incluyó largos peregrinajes a pié cambiando trabajo en el interior del País por un plato de comida y un lugar donde pasar la noche.
De esta forma llega hasta la provincia del Chaco, donde se construía un importante puente y se requería mano de obra, lo que le permite acceder – por primera vez – a un salario trabajando como albañil en la dura tarea de implantación de los pilotes en el fondo de las aguas. Por supuesto las condiciones de higiene y de vida de aquellos años en la zona no eran aceptables y contrajo el “Tifus», fiebre que causó muchos muertos porque los hospitales – carentes de elementos mínimos y medicación – optaron por salvar » a los más jóvenes» que podían responder al esfuerzo que hacían los escasos profesionales de la salud. Él sobrevivió , pero quedó con secuelas que dañaron su vitalidad para el resto de su vida.
Luego regresa a Buenos Aires y a través de otros compatriotas comienza a trabajar en una empresa de construcciones cuyos propietarios eran italianos , permaneciendo allí hasta 1.936, cuando el Gobernador del Territorio de Santa Cruz, Dn Juan Manuel Gregores, hace gestiones para traer profesionales de la construcción e iniciar un plan de edificios públicos. Allí fue contratado para venir por primera vez a Río Gallegos – por barco – participando del grupo que construyó el Círculo Policial y luego los edificios que caracterizaron ( entre otras muchas obras ) la gestión de este Gobernador.
En 1.939 contrae enlace con Dña Amelia Perez cuya madre , Dña. Rosario Perez , formaba parte del plantel del Hotel Argentino. De profesión cocinera había arribado a Río Gallegos. desde Punta Arenas, en el año 1.921. Su hija Amelia, muy pequeña entonces, conoció y trató años más tarde a los famosos aviadores Saint Exupery, Palazzo , Cambaceres, etc.
Luego de su matrimonio , afronta la disyuntiva de hierro: Volver a Buenos Aires con la empresa en la que trabajaba ya desde algunos años, y con la perspectiva de un trabajo en Córdoba donde podía llevar a su esposa, o intentar la aventura que ya rondaba en su cabeza: quedarse en esta tierra donde algunos compatriotas ya habían formado su hogar y que prometía un futuro a quienes trabajaran duro. Sin pensarlo más afronta recién casado el invierno de 1.939, habitando la casa que le prestara su padrino de bodas, Dn Jorge Alikakis, cita en Alcorta al 500. Aún hoy se levanta esta construcción sobre un terreno alto, luciendo un aspecto casi fantasmal.
Fue un invierno muy duro y sin trabajo. La primavera lo encontró haciendo sus primeras «changas» como albañil para pagar la deuda del almacén de Dn. Pablo Prosso ( comerciante y vecino ) que fue capaz de fiarle las compras todo el invierno solo porque «le había dado su palabra» de pagarle en cuanto le saliera «algo», y porque en realidad, todos esos hombres escondían tras sus apariencias rudas un corazón hecho de amor y solidaridad. Ese almacén fue por años, lugar de encuentros, puerto de llegada de hombres sin familia, fuente de noticias, boliche de amigos o mutual improvisada.
El enorme terreno fue transformado en una gran quinta o huerta que producía repollos, zanahorias, lechugas, acelgas, etc. además de flores de todas clases. Casa de por medio , un vecino poco común venía por las tardes a ver ese trabajo: era Dn. Juan Manuel Gregores quién comparaba las hortaliza con «su» producción de la «Chacra de Río Chico» que cultivaban los policías. Y no pocas veces esos policías recibieron «llamados de atención» porque «…los repollos que saca el gringo Zanarello son más grandes que los nuestros y eso que lo hace en su tiempo libre…»
En 1.940 había nacido su hija Edda y ya las cosas empezaban a «andar mejor». Con otro italiano de apellido Raffin aparece su primera obra importante para hacer «en el campo». Muchas más vendrían después.
Ambos levantaron la Casa Grande, como se decía entonces, de Dn. Carlos Felton con materiales y elementos traídos en barco directamente desde Inglaterra.
Las jornadas eran de doce o catorce horas diarias, el trabajo duro , pero por fin «estaba en marcha». Su camino de «constructor de obras» había comenzado en la comunidad que había elegido para vivir y forjar su destino.
En 1.943 solicitó al Municipio local «un terrenito fiscal» para construir su sueño máximo: la casita propia.
Por supuesto los loteos eran «en la pampa» como se decía entonces ; la calle Urquiza , como se llamó después, no existía. Luego de un enorme zanjón que cruzaba la ciudad para desaguar las lluvias, todo por allí era pasto seco y mata negra, y esparcidas aquí y allá las «canteras» desde donde se extraía arena o piedra para construcciones. Las casas más cercanas estaban en la calle Zapiola y no eran precisamente «casas de familia», para decirlo de alguna manera.
Dña Amelia tuvo miedo, que sería de la familia allí en invierno sin agua ni luz ni calles ni vecinos ? Y si no podía entrar el camión con el carbón?. Pero Dn Abel no había cruzado el mundo para achicarse por tan poco: «…este es el único país del mundo donde un extranjero no solo encuentra trabajo sino que le dan tierra…» explicó. «…Y no voy a pretender que además sea en el centro…» remató. «…Acá levantaré mis dos piezas de ladrillo en mi tiempo de descanso y en sábados y domingos. Perforaremos un pozo para el agua y una lámpara de kerosene dará luz.
Con el acumulador tendremos radio y el carbón lo entraré aunque sea en carretilla. Me han dado nada menos que cincuenta metros de fondo. Tendré quinta, criaré gallinas, pavos y patos y también un cerdo que mataré y transformaré en jamones y chacinados para los inviernos, verás que nada te faltará…» Y por supuesto dió por concluida la cuestión con el apoyo entusiasta de su suegra, Dña Rosario, que nacida en el campo, no podía imaginar una perspectiva mejor para su tiempo libre ya que, mujer de trabajo hasta el fin de sus días, por aquel entonces se estaba desempeñando como cocinera de los sacerdotes del Colegio Salesiano, donde sostenía discusiones famosas ( sobre su particular interpretación de los Evangelios ) con el Padre Méndez, un sacerdote lleno de vitalidad y simpatía que tomaba con humor los dichos de una señora mayor forjada en la lucha y que hacía permanente gala de su buen humor y entusiasmo.
Y los planes se fueron cumpliendo. La casita de ladrillos , el pozo de agua, la quinta y el jardín que se regaba «a pulmón» balde tras balde con una soga fuerte y una vieja roldana. Hubo patos, pavos, gansos, pollos , y claro, la ceremonia de facturar el cerdo al llegar el invierno. Ya en 1.945 había nacido Abel y algunos ranchitos raleados aparecían en los lotes vecinos. Los inviernos eran largos y crueles, pero crepitaba la estufa de leña, los vidrios eran por la mañana una maravilla que esculpía la escarcha y de noche las novelas de la radio arrancaban lágrimas a toda la familia: Aún nos
emociona recordad «Cumbres Borrascosas» o «la Casa de los Cuervos».
Don Abel guardaba como un tesoro el documento que decía «Título Provisorio» – Lote A de la Manzana 95. Algún día, decía, me darán uno que diga «Título Definitivo» y mis hijos podrán decir que su padre les dejó una «herencia». Y efectivamente , un día el título definitivo llegó y mereció una fiesta con amigos y compatriotas.
El trabajo en la ciudad era sostenido. Las demandas para salir a construir a estancias también. La ciudad crecía con el esfuerzo denodado de sus habitantes. Los extranjeros habían formado ya desde años atrás sus «Sociedades» que eran además de «Socorros Mutuos». Es decir , que el esfuerzo común podría salvar a un compatriota, pagarle remedios, ayudarlo en la desgracias, pagar un sepelio.
Las anécdotas de estas Asociaciones, que se desenvolvían robando horas al ya magro descanso, podrían cubrir decenas de páginas. Algunas simpáticas como las discusiones de españoles e italianos por la propiedad donde hoy se levanta el Hispano Americano. Otras ceremoniosas como el honor de guardar la bandera de la Madre Patria. Y muchas otras armadas con lágrimas del compatriota inmigrante caído en desgracia.
Pero Don Abel Zanarello siempre tuvo su casa a disposición de los Italianos. Para reunirse a una mesa de fiesta. Para despedir un amigo. Para ayudar a un enfermo.
Para devolver a Italia a un ex-presidiario. Para recibir a jóvenes Italianos en busca de futuro… Para tantas cosas…
No era fácil en aquellos tiempos de lucha dura, robar horas al sueño para administrar una mutual que juntaba los pocos pesos que cada uno de sus integrantes – todos pobres – podían dar, hacer gestiones, trámites, buscarles trabajo, etc. etc. y sin embargo, que orgullo cuando él, Abel Zanarello, resultó electo Presidente de la Sociedad Italiana, y luego claro vinieron las «re-elecciones».
Dña. Amelia estaba orgullosa por un lado pero preocupada por otro. Ser varias veces presidente era una distinción de sus compatriotas, pero los veranos de sol a sol construyendo en la ciudad o las estancias minaban rápidamente la salud de ese hombre que parecía no tener tiempo para descansar, o simplemente dormir mas de
seis horas.
Su patente de «Constructor» otorgada por la Municipalidad ( antes tal trámite no era necesario ) fue una de sus grandes satisfacciones: llevaba nada menos que el número 1.
En Mayo de 1958 , con la provincialización, esta lleno de planes, trabaja con otro italiano ( al que ayuda con obras ) de apellido Sopranzetti. Se habla de que se construirán barrios y diversas obras públicas. El ya tiene un lugar en la modesta sociedad Riogalleguense por su laboriosidad y honestidad.
Pero el hombre propone y Dios dispone. El 27 de Agosto de 1.958 cae en la calle víctima de un infarto, el tercero en realidad, y cuando sus amigos y el médico que circunstancialmente pasaba por allí ( Dr. Domenech ) lo auxilian, ya es tarde. Murió muy joven ( aún para aquellas épocas ). Su sepelio en un día que nevaba intensamente, reunió prácticamente a todo Río Gallegos.
Ese día se destacaron de él muchas cosas.
Era casi el único capaz de brindar trabajo a ex-convictos que venían de la cárcel de Ushuaia, porque sostenía que un hombre siempre tiene derecho a otra oportunidad para ganarse el pan honradamente, Era el único Italiano que sus compatriotas re-elegían como Presidente de su Sociedad por el empeño solidario que ponía en ello. Era el único hombre con el que se pactaban trabajos importantes sin contrato o recibo alguno. Su palabra era más segura que cualquier documento.
Pero por sobre todas las cosas se destacó su amor por el sur, por Río Gallegos que ayudó a construir con sus manos, su humildad, su honestidad, su amor por sus semejantes y su respeto enorme por su Patria de adopción. Nunca faltó a los actos Patrios, con la gorra o el sombrero en la mano, con profundo respeto a sus símbolos.
Su madre patria fue un hermoso sueño de volver algún día para abrazar a sus hermanos y que jamás se cumplió.

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